jueves, 25 de julio de 2013

196.- Comunicado Urgente

Gente, os hablo desde un locutorio... mi ordenata ha dicho basta...


Hasta pronto:

Rafa Martínez Sainero

sábado, 20 de julio de 2013

195.- El Desternillador Veraniego: Chistes malos a tutiplén!

Hacemos un pequeño lapsus en la apasionante narración de las aventuras de nuestros jóvenes héroes de colegio, para colar una de chistes viejos e imágenes graciosas. ¡Por to la jeró!


  "Yakety Sax" Boots Randolph

Un verano más "El Desternillador de El Pirata Fanzine" quiere obsequiar a sus fieles lectores con varias de las portadas de vinilos más casposas de la Historia de la Música... ¡Un privilegio!... ¡De nada!... ¡Semos asín!... ¡Vocación de Servicio!

En estos días de sofocantes calores, la visión de estos engendros produce escalofríos... ¡No le veo más que ventajas!


¿Qué le dice una uva verde a una morada?
- ¡¡Por Dios, respira!!


¿Qué le dice un jaguar a otro jaguar?
- Jaguar you


¿Qué le dice el césped al Sol?
- ¡No me pongas caliente que me hago paja!


Tarri´s, Cuerda, Aranchi, Inés y Charly compartiendo aperitivo... ¡Las aventuras de Los Cinco!

Y ¿Qué le dice la taza del váter a Papá Noel? ¡Pues eso!




¡Feliz Canícula!


viernes, 19 de julio de 2013

194.- PEQUEÑOS MONSTRUOS: Capítulo 8 "La Piedra de los Deseos"




El padre de Tomás, don Pedro Valenzuela, era un poco aburrido, y porqué no decirlo, un pelmazo de marca mayor. Básicamente, el buen hombre tan solo hablaba de dos temas: política y economía. Solía conversar con el televisor de modo natural, como si el aparato fuera capaz escucharle; discutía con los locutores, rebatía a los catódicos tertulianos, y se empeñaba en explicar sus peregrinas teorías a quien quisiera oírle, o sea: al perro y al abuelo, que la mayor parte del tiempo solían estar durmiendo, y si no, lo estaban al acabar la disertación.
  Aquella tarde de primavera no era distinta a las demás. El abuelo estaba a punto de entrar en un profundo letargo, como los lagartos en invierno, mientras se enfrentaba boli en mano a una enorme sopa de letras. Don Pedro, a su lado, le mostraba la página de cotizaciones en bolsa del periódico mientras advertía de las imprevisibles consecuencias de la subida de la prima de riesgo.
    Tom, Mike y Marta pasaron por el salón y saludaron. Don Pedro alzó la mano, sin levantar la vista del periódico.
- ¡Ah, hola, chicos!... ¿Qué tal os va en el colegio?...
    Los tres cubrieron el expediente con unos escuetos "¡Bien, bien, gracias!" y subieron corriendo las escaleras que llevaban a la habitación de Tom.
    Nuestros conocidos jovenzuelos se habían citado esa tarde para preparar la famosa colección de minerales de la clase de Ciencias. Entre todas las piedras y rocas depositadas encima de la mesa, destacaban los cuatro fragmentos de piedra verde.
- Este mineral extraño va a ser la sensación en clase - dijo Tom, sacando de debajo de su cama una bonita caja de madera de caoba con la tapa de cristal - Nuestra colección será la mejor de todas.
- Sí... Ésta vez el viejo Machuca no va a tener más remedio que aprobarnos... ¡Je, je!... ¡Le dará una úlcera de estómago! - Mike escribía en unas tiras de papel el nombre de las muestras - Pirita... Cuarzo... Oye, y a éste... ¿Qué nombre le ponemos? ¿Linternio? ¿Brillantón? ¿O, simplemente "Sin Clasificar"?
- Todo esto es muy raro, chicos... - Marta tocó el mineral con su dedo, arrancándole un intenso destello esmeralda - No me fío nada... Deberíamos llevarlo a alguna universidad o a un laboratorio para que lo investiguen bien.
- No me parece buena idea - dijo Mike - Esos listillos de científicos se quedarían con el mérito del descubrimiento - se paró a pensar unos instantes - ¿Y qué tal si lo llevamos a un periódico o a la revista "Science" o al "National Geografic"? ¡Lo mismo nos dan algo de pasta!
- Si, claro, mucha pasta... ¡Macarrones y raviolis te van a dar!
- ¡Qué sí, Marta!... Es una piedra que brilla cuando la tocas; eso no se ve todos los días.
- Sigo pensando que es radioactivo... - Marta se limpiaba las manos en la manga de la camiseta de Mike - Ya me lo dirás cuando se te caigan las orejas a trozos... ¡Cuando te conviertas en un mutante viscosón de color verde no vengas a pedirme ayuda!
  Mientras Mike y Marta hablaban, Tom jugaba con la piedra entre sus manos, sin prestar atención a lo que decían. La pequeña luz verde seguía brillando en el interior del pedrusco mientras miraba ensimismado a Marta. Cada vez que ella movía la cabeza, su larga y lisa cabellera rubia daba la impresión de moverse a cámara lenta; la luz de la lámpara reflejaba en sus cabellos unos destellos dorados que le tenían fascinado. Pensó entonces en que nunca había estado tan cerca de ella. ¿Por qué le ponía tan nervioso estar a su lado?... Comenzó a pensar tonterías:
- Si no estuviese Mike con nosotros ahora, le diría a Marta que... le diría... ¡Yo qué sé! Le diría que su pelo desborda brillo y salud de la raíz a las puntas... ¡No, no!... Esto parece un anuncio de champú barato... ¡Oh, cómo desearía que...
    Fue entonces cuando ocurrió lo que nunca pudo pensar que ocurriría: Marta fijó su mirada en él, luego entrecerró sus párpados, se le acercó y le dio un beso en los labios.
- ¡Ejém!... Ya veo que estoy de más - dijo Mike, un tanto ofendido y al que Marta había dejado con la palabra en la boca - será mejor que me vaya...
- ¡¡No, espera!! - exclamó Marta, asustada - ¿Por qué te he besado, Tom?
- ¡Ah, no sé... Tú sabrás!... - exclamó Tom, quien sentía una extraña mezcla entre felicidad y vergüenza - Yo no... yo no...
- ¡Tú si! - Marta tenía un presentimiento - ¿Sabes?... ¡¡Es... es increíble!! Yo... ¡No he podido evitar hacerlo!
- No tienes porqué excusarte, oye, si te apetecía... - El fanfarrón de Tomás sacaba pecho - uno, que es guapete.
- ¡No digas tonterías! Quiero decir que era algo ajeno a mí, como una extraña fuerza que me ha empujado a besarte.
- ¡Menudo empujón! - dijo con guasa Mike - ¡Vaya morro que tienen algunas!... ¿Extraña fuerza? ¡El lado oscuro de las babas, diría yo!
- En serio, chicos... He notado que esa energía provenía... provenía... provenía...
- ¿De dónde? - exclamaron prácticamente a la vez los chicos, ambos en ascuas.
- ¡De Tom! - la muchacha señaló entonces con horror la piedra en la mano de su amigo; brillaba con mucha más intensidad que antes y un halo de color verde la rodeaba.
    Los tres estaban un poco asustados. La posibilidad de que aquel raro mineral fuera mágico o tuviera poderes les sonaba a cuento chino... Pero aquel brillo... Nunca habían visto algo parecido. 
- ¡No me digas!... ¿De verdad creéis que este simple pedrusco puede cumplir deseos? - Mike decía esto mientras le arrebataba el raro mineral a su rubio amigo.
- ¡Prueba tú, Mike! - propuso Marta - ¡Venga, desea algo!
    Una malévola sonrisa se dibujó en la pecosa cara del Panocha. Rubiales se temía lo peor.
- ¡Ah no... Otra vez no! - murmuró Marta, adivinando las aviesas intenciones de su compañero.
    La roca verde intensificó su brillo. Tal y como había sucedido antes con Tom, Marta se acercó a Mike y le dio un beso, esta vez sensiblemente más largo.
  Tom aun dudaba:
- ¡Te estás quedando con nosotros! ¿Verdad, tía?
- Os juro que es la piedra... ¡Es la piedra!
- ¡Guau! - balbuceó Mike, quien, tras el beso, parecía querer batir el record "Guinness" en poner cara de bobo durante más tiempo. Tom, pelín celosón, intentó arrebatarle el "pedrolo", pero Mike no le dejaba y empezaron a forcejear.
- ¡¡Dámela!!... ¡¡Dámela!!... ¡La piedra de los besos es mía!
- ¡Suelta, payaso!
- ¡Mía, mía!
    Marta era la única que parecía darse cuenta de la trascendencia del descubrimiento. Veía pelearse a los dos gañanes y pensó seriamente que les habían trepanado el cráneo para sustituir su cerebro por una loncha de tocino rancio.
- ¡¡Quietos!!
    Los chicos pararon en seco su disputa al oir el grito.
- ¿Es que no podéis pensar en otra cosa? ¡¡Idiotas!! - a Marta solo le faltaba que le saliera humo por las orejas.
    Silencio tenso.
    De pronto, comenzaron a reír con ganas al verla tan enfadada.
- ¡Parecéis tontos! - la chica se acercó lentamente a la mesa y cogió otro de los fragmentos de mineral - ahora comprobaremos dos cosas: primero, si todos los trozos tienen el mismo poder; y segundo, si esto es lo que parece o solo me afecta a mi!
    Moratalla y Valenzuela dejaron la risoterapia ipso-facto y observaron con pánico mal disimulado como Marta les apuntaba amenazadoramente con la piedra, que ahora iluminaba la habitación con tal fuerza, que las paredes, el techo, los muebles, y ellos mismos, parecían teñidos de un vivo verde esmeralda.

  En el piso de abajo, el padre y el abuelo de Tom veían tan tranquilos un "interesantísimo" documental sobre la fauna antártica que les tenía pegados al sofá, al borde mismo de la cabezada vespertina. De súbito, pasaron por delante de la tele dos sujetos en calzoncillos, cantando una absurda canción.
- ¡Ejem! ¿No eran esos dos nuestro Tomás y su amigüito el Panocha? - masculló entre dientes, medio dormido, don Pedro.
- ¡Pero qué pingüinos más raros, leñe! - refunfuñaba el abuelo
por lo "bajinis" mientras creía seguir viendo la programación de la tarde.
  Desde lo alto de la escalera se oían unas risitas ahogadas mientras los desinhibidos adolescentes seguían su particular e involuntario espectáculo. Era patético: con los pantalones bajados hasta los tobillos, dando ridículos pasitos para no caerse, los codos pegados a los costados, y manoteando tontamente, los dos panolis entonaban el ancestral hit musical de Enrique y Ana "Ko-ko-gua-gua".
   En esto que doña Paloma, la mamá de Tom, entró en el salón con una bandeja en las manos.
- Les he preparado a los chicos unos sandwi...
¡¡¡Aaahh!!  
    La bandeja de la merienda cayó con estrépito sobre la alfombra persa, que a sus bellísimos arabescos de Ispahan unía ahora unos pringosos pegotes de Paté de Fuá-grás. Los chicos, mientras tanto, desaparecieron escaleras arriba, dando saltos, ante la atónita mirada de la pobre señora, quien se tapaba la boca con ambas manos, como si temiera decir alguna barbaridad, y solo acertaba a recitar de corrido nombres de personajes bíblicos como quién da la alineación de un equipo de fútbol.
- ¡AySeñorSeñorJesúsMaríaJosé!
- A lo mejor, querida, en lugar de sandwiches prefieren unos tranquilizantes - dijo, manteniendo la calma el señor Valenzuela.
- ¡Qué vergüenza de "juventú"! - apostilló el abuelo, que ya se había dado cuenta de que quienes desfilaban medio en pelotas delante de él no eran palmípedos árticos.
- ¡Si es que están "to" el santo día "endrogaos"!

  Estamos de nuevo en la habitación de Tom. Marta, "supermondada" de la risa, se revolcaba en la cama, prácticamente tronchada.
- ¡Ja, ja, ja... Ay... Ay, que me "supermondo"!
- ¡No ha tenido ni pizca de gracia, tía! - exclamó furioso Mike mientras se subía la cremallera de los vaqueros y se ajustaba el cinturón - ¡Pero ni un pelo!... ¿Qué van a pensar ahora estos señores de mí?... ¡Qué bochorno! ¡Qué vergüenza!  
    Tomás daba vueltas al cuarto como un leopardo enjaulado y hablaba solo:
- ¡Vaya idea... Hacernos desfilar en pelota picada delante de mi familia!... Ahora tendremos a mi madre cada dos minutos abriendo la puerta y preguntando...
- Chicos, ¿Estáis bien? - dijo la Madre de Tom, asomando su cabeza por la rendija de la puerta - Si necesitáis algo, llamad ¿eh?...
- Si, mamá, si. Estamos bien... Anda vete y cierra la puerta, que no pasa nada...
- ¡Ay, hijo!... Es que me tenéis un poco preocupadilla.
    Doña Paloma cerró la puerta y se echó las manos a la cara, sollozando cual plañidera suní. Nunca hubiera sospechado que la salud mental de su retoño y la de sus amigos del colegio fuera tan precaria. Era necesario buscar en las páginas amarillas algún psicólogo de urgencias. 

- Bueno chicos, es el momento de saber qué es esto - Marta se colocó el mineral en la frente - la explicación de este enigma está en la propia piedra.
    Un brillante fulgor esmeralda se desprendió de la roca y pareció penetrar en la cabeza de la bella muchacha. 
- ¿Y bien? - preguntó Mike - ¿Qué es?
- ¡Esto es increíble! - la chica estaba entusiasmada - es un intensificador, amplificador, magnificador... llámalo como quieras, de ondas alfa cerebrales. Un potenciador a lo bestia de la actividad cerebral.
- ¿Mande? - Mike comenzaba a perderse.
- Es evidente: el mineral irradia emisiones de una poderosa energía que actúa directamente sobre los neurotransmisores.
- ¿Neurotransmi... qué? - Mike se había perdido.
- Neurotransmisores: agentes químicos segregados por las neuronas de nuestro cerebro que estimulan a otras células nerviosas cercanas. Hasta ahora, el ser humano solo es capaz de activar un 3% de estos neurotransmisores, pero, de algún modo, las radiaciones de esta gema son capaces de estimular el 100%.
    El Panocha se aburría soberanamente con la conferencia:
- Muy estimulante, pero no entiendo ni jota.
- Oh, es muy fácil - Tom se volvió hacia Mike - la "J" es una letra, un símbolo de escritura que...
- ¿Ah, si, listillo? Pues yo creía que era un baile regional... ¡Anda, Marta, pásame el pedrolo a ver si yo también me transformo en un lumbreras!
    Marta le lanzó a Mike la roca y éste la atrapó en el aire. Tan solo unos segundos de concentración bastaron.
- ¡Guau, es cierto! Noto como si mi coco se expandiera. Ahora lo entiendo todo: Hay compuestos del nitrógeno que actúan como precursores de la epinefrina y la norepinefrina ¡Neurotransmisores a mogollón! Y todo en esta extraña mutación de óxido alumínico con titanio, dureza de 7 en la escala de Mohs, indice de refracción de 1,777 y capacidad de descomposición lumínica o dispersión de 0,0255.
    Tom no podía creer que estuviera oyendo a su amigo hablar como un catedrático.
- ¿Y cómo puede este cenutrio que no ha estudiado en su vida saber todo eso?  
- Simplemente deseando saberlo - contestó Marta.
- ¡Si! - Mike, al igual que Marta anteriormente, estaba eufórico - Es exactamente lo mismo que me ocurrió después del examen de música. No sé de dónde, pero los datos vienen solos... 
- ¿Y qué me decís de ese extraño poder que permite controlar las mentes? 
- Yo te contestaré a eso, Tom - intervino Mike con la piedra aun en su mano - se trata del poder de proyectar nuestros deseos sobre las mentes sin evolucionar o desarrollar; la influencia total de una mente poderosa sobre las débiles. 
- Mi madre tiene ese poder - dijo Tom - y cuando le falla, se lía a bofetones.
- En realidad somos tan inteligentes que no podemos entendernos a nosotros mismos - Moratalla continúaba con su erudita disertación - El neurofisiólogo William H. Calvin estaba en lo cierto al afirmar que la inteligencia es un proceso idéntico a la evolución biológica, pero instantáneo... ¡Las posibilidades de la mente son extraordinarias!
    Marta pidió la piedra con un gesto. Mike se la lanzó y ella la recuperó al vuelo.
- Por cierto... - el pelirrojo recuperó de golpe su coeficiente intelectual habitual - ¿Quién rayos es William H. Calvin?


    Tom y Mike recogieron de la mesa un trozo de gema cada uno y se sentaron en la cama al lado de Marta. Ella no había dejado de hablar:
- ¿Lo veis ahora? Las mentes de los hombres son para nosotros como libros abiertos... Todos los conocimientos del Ser Humano están a nuestro alcance. Puedo leer en la mente de los mejores científicos. Solo con pensarlo puedo convertirme en la mayor eminencia en el mundo de la medicina...
    Tom, al mismo tiempo que escuchaba a Marta, "flipaba" en technicolor; sentía su mente expandirse en todas direcciones, abrirse de par en par cual capullo de alhelí y absorber todo tipo de conocimientos. ¡Ahí es nada! Él, que siempre había creído que las raíces cuadradas eran un experimento genético de los botánicos; que pensaba que los números primos eran aquellos susceptibles de ser engañados; que el verbo "despejar" solo servía para los balones "colgados" en el área chica u "olla", y no para resolver los "empates" en las malditas por siempre ecuaciones de segundo grado... Ahora resulta que va a ser un "supercerebrito" en toda regla. ¡Tenía en su mano un poder bestial! Su sueño se realizaría por fin: jugar en la mejor liga profesional de baloncesto del mundo: la NBA. ¡Era tan fácil! En un microsegundo podía analizar la curva de aceleración, la inercia, la potencia exácta con la que lanzar... el arco que tenía que darle al balón  el golpe justo de muñeca, la rotación del balón en el aire... ¡No fallaría jamás un tiro!
- ¿Os dais cuenta de lo que se puede conseguir con esto? - Marta sacó a Tom de su ensoñación.
- Si... ¡Un porcentaje de 100% en los tiros de tres!
 - No, tarado ¡Influir en todas las voluntades! La mente de cualquier ser humano es ahora un juguete en nuestras manos. Podríamos convertir a fanáticos, terroristas o violentos de cualquier tipo en pacifistas, acabaríamos con la avaricia, con el ansia de poder, con el hambre... Se acabarían las armas, los ejércitos, las patrias, las fronteras, las banderas... La humanidad viviría al fin en paz. 
- Si... ¡Je, je, je, je!... - Mike acababa de tener una brillante idea - Salvemos al mundo convirtiendo a todos los políticos corruptos en una panda de perro flautas pacifistas.
    Marta hizo otra reflexión:
- Ahora que hablas de corruptos y políticos... No había pensado en ello: El mineral es una poderosa herramienta para hacer el bien, pero del mismo modo, en malas manos, puede ser un arma terrible...
    Tom también veía el peligro potencial:
- Imagínaos... ¡Todos esclavizados por un tirano! Hay que evitar por todos los medios que esta gema caiga en las manos de algún desaprensivo. ¡Ya lo has oído, Mike, suelta la piedra!... ¡Ja, ja, ja, ja!...
- ¡Qué gracioso, el rubito... Anda y que te den pomada, chaval!
    Marta siguió en plan trascendente, imaginando como el descubrimiento podía cambiar la faz del mundo. Los chicos la oían con interés al principio, pero al rato de charla ONG, los bostezos se impusieron. En un momento dado, Mike la interrumpió y se puso a imitarla:
- ¡La paz mundial! ¡Aleluya, hermanos! ¡La humanidad entera asida por la cintura en una interminable fila... Una conga que dé la vuelta al mundo, todos cantando "La Barbacoa" de Georgie Dann!
- ¡Pero qué payaso se puede llegar a ser! - A Marta no le hizo gracia la "gracia" del Panocha.
    Tom, cambiando de tercio, se unió al cachondeo:
- Otro reto sería conseguir que Enrique Iglesias cantara bien, o que impartiera cursos de oratoria en la facultad de filología. ¡Ja, ja, ja!... ¡Ahí es "ná"!... - hizo un gesto despectivo con la mano - ¡Bah, no creo que la energía de ese pedrusco sea tan potente!
    En esos momentos, sin previo aviso, se abrió de golpe la puerta de la habitación y entró doña Paloma con un bote de pomada anti-acné en las manos y se lió a untar como una posesa la crema en la cara de su sorprendido hijo.
- ¡Ay, mamá!... ¡Quita!... ¿Pero qué haces?
- ¡Lo lamento hijo, pero de repente he sentido que necesitabas urgentemente que te dieran pomada!... ¡La verdad, no sé porqué hago esto; me siento ridícula, pero... ¡No puedo evitarlo!
   Un simple contacto con el mineral, y Marta logró que la atribulada doña Paloma dejara en paz a su hijo y abandonara la estancia con la mente en blanco. La pobre mujer no recordaría nada de lo sucedido. Fue mucho más complicado conseguir que se le pasara el ataque de risa a Mike y evitar que Tom agrediera a su mejor amigo con un pisapapeles de marmol.
- ¡Estaros quietos chicos! - Marta se puso seria - esto no es para tomárselo a broma, es muy importante que nadie, absolutamente nadie, además de nosotros, conozca la existencia de esta maravilla. Si alguna vez lo usamos y afecta a otras personas, les borraremos la memoria parcialmente como acabo de hacer con tu madre - la chica miró a ambos - ¿Está claro?
- Por mi parte, vale - dijo Tom.
- ¡Juro guardar el secreto! - Mike hizo un ridículo gesto con los dedos - ¿Qué tal si sellamos nuestro silencio con un pacto de sangre?
    Tom, anonadado, miró a su amigo. Ya se imaginaba al Panocha todo entusiasmado, con una cuchilla en sus manazas, a punto de darse un tajo en el dedo. Si le dejaba hacer, acabarían en un centro asistencial para que le dieran puntos de sutura.
- ¡Pero que chorradas se te ocurren a veces, chaval... - dijo -  No creo que a Marta le...
- ¡Pacto de sangre!... ¡Sí! ¡Bien! - los bonitos ojos de la cirujana aficionada brillaban con especial intensidad mientras miraban golosos el dedo gordo de Mike.
- Es evidente - pensó Tom - que ni siquiera el increíble poder de la piedra de los deseos es capaz de inculcar un ápice de sentido común en según qué molleras perjudicadas


Continuará

miércoles, 17 de julio de 2013

193.- PEQUEÑOS MONSTRUOS: Capítulo 7 "Estrella del Basket"

Copyright 2013 Rafael Martínez Sainero, Pirata 



    Shaquille O´Neill, el gigantesco pivot de Los Ángeles Lakers, alza del suelo sus ciento y pico kilos con la potencia de un bulldozer. Se dispone a destrozar el aro contrario con un “mate” descomunal... Pero ¡Oh, Cielos! ¿Qué ha ocurrido? ¿Con quién se ha encontrado en el aire? ¿Qué pasa “Shack”, no te esperabas esto?... ¡Señoras y señores, el escolta del equipo del Colegio “Nuestra Señora del Dolor Perpetuo”, un escuchimizado muchacho de trece años llamado Tomás Valenzuela, acaba de colocarle un “gorrazo” a O´Neill, de tal calibre, que todavía están las asistencias del pabellón despegándole del parquet!... ¡Uh, uuuh!... ruge el público... ¡Qué partidazo está haciendo Valenzuela! En lo que llevamos de encuentro ya le ha robado veinte balones a Kobe Bryant... Hay que rebuscar mucho en los anales de la NBA, quizá a los tiempos del gran Michael Jordan para encontrarnos con unas estadísticas similares... El delirio entre el público! ¡Uh, uuuh!... ¡Eh, Moraleda, pasa el balón, pasa la bola... Tío, que estoy solo... Estoy solo... Mira, mira, la enchufo desde aquí, fijo!
    Moraleda, el base titular del equipo del colegio, dejó de botar el balón, detuvo el partidillo y se dirigió muy serio a Tom:
- Oye, tío... ¡Ya está bien!... ¿Quieres dejar ya de decir tonterías?... ¡Tenemos la cabeza como un bombo!...


    Mike entraba en esos momentos en el vacío pabellón polideportivo del colegio. El entrenamiento del equipo de baloncesto estaba a punto de acabar; la paciencia del entrenador, José Chufos Canastos, también. El pobre hombre se desgañitaba a pie de cancha:
- ¡¡Pero no te pares, Moraleda... No te me pares ahora a hablar con Valenzuela en la mitad del contraataque!!... ¡Ese bloqueo!...
    Mike llegó al banquillo local y saludó al entrenador:
- ¿Qué pasa, Míster?
- ¡Hola! ¿Qué tal te va, Moratalla?
- ¡Bien, bien!... ¡A “ful”! - Mike se sentó en el banco y se dispuso a ver lo que quedaba de “pachanguita”.
- ¿Qué, Mister?... ¿Qué le parece Valenzuela?
- Es un jugador muy prometedor.
- ¡Ah!... ¿Es bueno?
- ¡Para nada! ¡Es lo peor! Lo que pasa es que lleva dos años prometiéndome que jugará mejor.
- ¡Oh!
- Entre tú  y yo, muchacho... Este equipo es auténtico desastre - Chufos dio un profundo suspiro de resignación - Tendremos suerte si perdemos por menos de veinte puntos el próximo sábado en el partido contra los Escolapios Descalzos.
- ¡Qué ratas... Lo mínimo que podían hacer los curas era comprarles unas zapatillas a esos pobres escolapios! - se indignó el pelirrojo.
    Chufos Canastos le miró con inquietud y se retiró disimuladamente a ensayar una jugada de estrategia con sus pupilos.
    Mike aun no había asimilado lo que le sucedió después del examen de música; recordaba vagamente haberse mareado, y luego aquella avalancha de conocimientos... Todavía no asociaba el curioso fenómeno con los misteriosos minerales que guardaba en su mochila. De momento prefería no pensar demasiado en ello y se dedicó a observar a su amigo mientras deambulaba por la pista como un alma en pena, corriendo detrás del que tuviera la pelota  y pidiendo el balón vehementemente, con los brazos extendidos.
- ¡Pásamela, niño, pásamela - decía, entusiasmado - que ahora pillo la racha de tiro!
    Pero nadie le daba bola, y con razón.
- ¡No, tú ya no tiras más - le decían a coro sus compañeros de equipo - has fallado los treinta tiros que has intentado!
    Pero él, ajeno a las estadísticas, seguía erre que erre:
- ¡Mira, de tres, niño! ¡Triple fácil! ¡Pasa, pasa, que la meto!
    Seamos sinceros aunque nos duela: Tom no metía ni miedo. Aunque le encantaba el baloncesto y le ponía mucho interés, era más malo que la carne de pescuezo. El chaval no era demasiado alto; tenía una talla de lo más normal para su edad, pero para jugar al basket con unas mínimas garantías le faltaba todavía tomar bastante “Zumosol”. Y sobre todo, lo que le faltaba, y a espuertas, era puntería.
    Lo que más rabia le daba al “Mister” era que Tom, aunque hubiera tirado el balón por encima del tablero, sacándolo del campo y dando en la cabeza a algún espectador, siempre exclamara “¡Uuuy!” como si el aro hubiera escupido el tiro por un milímetro. Visto como celebraba los fallos y las pedradas que se marcaba, todos en el colegio estaban esperando el día en el chico lograra encestar en un partido oficial.
    El “Mister” utilizó su silbato para indicar a sus pupilos que la sesión de entrenamiento había terminado y se marchó cabizbajo. Tom llegó sudoroso a la banda y se reunió con Mike. Éste introdujo en el bolsillo del pantalón de Tom las tres piedras verdes.
- ¡Toma, llévalas en tu bolsa de deportes que a mí en la mochila me van a romper la Gamebox! - se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida del pabellón - Me voy a merendar... Nos vemos luego en tu casa, chavalín!
- ¡Adiós, Panocha!

    Tom se quedó un rato sentado, secándose el sudor con una toalla. Sus compañeros de equipo se habían retirado al vestuario para ducharse. Esparcidos por el parquet, alrededor del banquillo, se encontraban los balones de entrenamiento, que luego recogería Salustiano, el viejo utillero y encargado del material deportivo. Valenzuela pensaba en lo mucho que se divertía jugando. Era consciente de sus limitaciones y no aspiraba más que a pasar un buen rato haciendo deporte. Sin embargo... ¡Cómo hubiera deseado ser el mejor jugador del mundo aunque solo fuera por un día!
    Salustiano, situado bajo la canasta con una enorme red abierta en sus manos, gritaba a Tomás que le lanzara los balones, que tenía que guardarlos en el almacén. Tom asintió con un gesto y cogió un balón. Miró al aro y, sin pensárselo dos veces lanzó a canasta. La bola describió un arco perfecto en el aire y entró limpia, sin tocar el hierro. El sonido de la fricción del cuero con la soga de la red era como música celestial. Mientras el utillero introducía en la red el balón, Tom fue lanzando una a una el resto de las pelotas. ¡Canasta, canasta, canasta, canasta... Estaba en racha! ¡Qué pena que solo estuviera Salustiano de testigo! ¡También era mala suerte que desde hace unos meses el pobre hombre sufriera de cataratas! El veterano empleado solo veía la figura borrosa de Tom que le arrojaba los balones desde la línea de banda. Se preguntó qué sería la extraña luz verde que iluminaba el bolsillo del pantalón del muchacho, pero no le dio mayor importancia.
- ¡Vaya, qué suerte! ¿Por qué no tiraré así en los partidos? - se dijo a sí mismo Tomás mientras tomaba el camino de las duchas. 
    Los focos se apagaron y dejaron el pabellón a oscuras. En el exterior del recinto deportivo la tormenta arreciaba. Las gotas de fría lluvia golpeaban con fuerza la cubierta de la instalación y la luz de un relámpago a través de los ventanales iluminó durante unos segundos la solitaria cancha. Si se hubiera girado en ese mismo instante, antes de desaparecer por la puerta de los vestuarios, Tomás Valenzuela hubiera podido ver como la insistente y misteriosa sombra de todos los puñeteros capítulos surgía de las oscuras gradas y se deslizaba sigilosa hasta el círculo central de la pista.

Continuará



martes, 16 de julio de 2013

192.- PEQUEÑOS MONSTRUOS: Capítulo 6 "El Examen de Música"

© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2013


    A la mañana siguiente, Bea fue a buscar a Marta a su casa para ir juntas a clase. Belinda les preparó unos deliciosos emparedados de "manteca de cacahués con malvaviscos" y se despidió de ellas en el porche, agitando un pañuelo. Las dos muchachas atravesaron el jardín con alegres zancadas y se cruzaron con Sergei, el jardinero "mazas" de la madre de Marta, doña Corinne Petipuá. El fornido hombretón, de unos treinta y cinco años de edad, regaba con sumo mimo las hortensias, manguera en mano.
- ¡Hasta luego, Sergei! - saludaron las chicas al pasar.
- ¡Da! ¡Da! ¡Da! - contestó el hirsuto inmigrante. 
    Cuando estaban lo suficientemente lejos de la casa, las chicas, entre risas cómplices, arrojaron los malvaviscos emparedados a una papelera y entraron luego en una panadería a comprarse unos Donuts de chocolate.
- Oye, Marta... - Bea le atizó un buen bocado al agujereado pastelillo  y siguió hablando - Ese cachas de jardinero, el tal Sergei ¿De dónde es?
- Es ruso, y además de jardinero es ingeniero aeroespacial, electricista, carpintero, albañil, chico de las chapuzas... Según mamá es su... - Marta imitó con los dedos las "comillas" gramaticales - ..."chico para todo."
    Bea se limitó a asentir con la cabeza. Sus mofletes hinchados llenos de donut le impedían soltar prenda, pero siguió prestando atención lo que su amiga le contaba acerca del macizo caucásico. 
- Lleva en casa prácticamente un año y nunca le he escuchado hablar en "cristiano" - continuaba explicando Marta - cuando le oímos hablar en su idioma, o sea, cuando llama por teléfono a sus familiares en Vladivostok, parece que está leyendo de corrido una sopa de letras.
    Bea terminó de deglutir y comentó con una sabiduría impropia para su edad:  
- ¡Cosa rara el ruso, tú!
- Al margen de las llamadas a su país - prosiguió Marta - el tío solo abre su enorme bocaza para decir "Da", o sea: "Sí" en ruso, y para arrearle lingotazos a una inseparable petaca que guarda en el bolsillo de su raído mono azul. Suele decir, muy serio: "Da, da. Jarabe. Prioblemas brionkios, da, jarabe bueno, da"... Pero para mí que el jarabe es anís "del Mono"...
- ¡Pues sí que le da, el dadaísta*!...
- Ya te digo; le dá pero bien... Ja, ja, ja...

*Nota del Autor:
Dadaísmo: Movimiento literario y artístico iconoclasta surgido en círculos intelectuales europeos y neoyoquinos hacia 1915 caracterizado por su deliberado antiesteticismo. 
Dadaísta: Artista adepto al dadaísmo. Jardinero adepto al Jarabe.

- ¡Ja, ja, ja!... Chica, tu casa es que parece la ONU - comentó Bea, entre risas - Belinda es de Colombia, el tal Sergei, ruso, y tu madre... francesa ¿No?
- Pues no... De Mondoñedo.
- ¡Vaya! Y entonces... ¿A qué viene lo de Corinne Petipuá?
- Bueno, es una historia muy larga... Ya te lo contaré un día que tenga tiempo.
    Marta no tenía especial interés en hablar de su madre; Marta, en realidad, se moría de ganas por contar a su amiga su aventura del día anterior con Tom y con Mike, pero había dado su palabra de guardar el secreto. Dentro de su mochila, resguardado por cinco o seis capas de papel aluminio (por si acaso) llevaba una rara muestra de mineral luminoso. Esa misma tarde habían quedado los tres en casa de Tom para decidir qué hacían al respecto.
    Bea seguía intrigada con lo del nombre de la mamá de su compañera:
- ¡Qué cosas! Yo que creía que tu madre era francesa, y ahora va a resultar que se llama Coriniña Petipueira o algo peor! Esto si que es perder el "glamour" de golpe. Por cierto, hablando del ruín de Roma... ¿Dónde están tus padres? ¡Hace semanas que no les veo!
- Yo tampoco...  - Marta se encogió de hombros - A mis padres solo les veo en foto... ¡Con decirte que la autorización para la excursión me la firmó Belinda!... - la chica no pudo ocultar en sus palabras un ligero tono de reproche, un sutil matiz de tristeza - Antes les veía un poco más, porque cuando salía del cole solo tenía clases particulares de inglés y de informática; pero cuando mis padres se dieron cuenta de que me quedaban dos horas libres de las doce que tiene el día, me apuntaron también a Judo y me matricularon en una academia de japonés. También hago natación y doy tres horas de piano a la semana.
    Con solo oír la relación de actividades que Rubiales llevaba a cabo a lo largo de la semana, Bea quedó agotada. La verdad, no la envidiaba; y eso que los padres de Marta estaban forrados. Según le había contado ella misma, Marta era hija única; su padre estaba empeñado en llevarla a una escuela particular trilingüe en Eton, Inglaterra, pero la niña siempre se negaba y prefería quedarse en el cole de ahora, cosa ésta que subía los niveles de azúcar al progenitor de la criatura.
    Doña Corinne Petipuá, la mamá de Marta, era una empresaria de éxito. Dirigía una revista para la mujer de hoy en día: "Diurética & Estética", de esas que están llenas de anuncios de cosmética y sobrecitos con muestras de perfumes. Entre página y página de publicidad a veces se podían encontrar otras con diferentes contenidos: Moda, Consejos de Belleza, Dietas espartanas al lado de Recetas Minimalistas expuestas en platos enooormes; algún que otro artículo de fondo demostrando científicamente que el género masculino es un error de la naturaleza, y tests del tipo "¿Crees que el zoquete de tu novio te comprende?", y cosas por el estilo.

- Es paradójico - soltó Marta de improviso.
- ¿Para quién? - Bea no tenía el placer... ni el léxico suficiente. - Es paradójico que mi madre sea "doña millonetis" y sin embargo pase más hambre que un refugiado somalí... Todo el día a régimen, esclava de la maldita linea. Solo come ensaladas y unas barritas asquerosas a base de engrudo y avena.
- Por lo menos estará "ideal de la muerte".
- Lo que está es muy delgada, no sé de dónde saca energías para tanto ajetreo... Siempre está de viaje, viendo las pasarelas de Londres, París o Milán. Y cuando está aquí, sale de la redacción y se va al Aerobic, o al "Paddel" ese. Si no tiene hora en la "pelu", seguro que está en su clase de "Yoga tantricomántrico" o en la de "Estiramiento y liposucción del aura negativa", o en el cirujano plástico, o con Sergei en algún congreso internacional de "Arbustología".
    Bea pensó que la agenda de la madre era aun más agotadora, si cabe, que la de hija.
- Oye, y entonces... ¿A tus padres no les queda ninguna hora libre para tí?
- Si les queda algo de tiempo libre, lo utilizan para ir de tiendas. Mi padre se compra palos de golf que luego nunca utiliza y madre se compra algún trapo.
- De cocina...
- No, de marca.
- Detecto, oculto en tus palabras, un ligero tono de reproche, un sutil matiz de tristeza...
    ¿De dónde había sacado Bea esa frase tan rebuscada? ¿A santo de qué tantas preguntas sobre los padres?
- Y tu padre... - Bea se estaba poniendo pesadita - ¿De qué trabaja?
- Detecto, guapita de cara, oculto en tus palabras, un ligero tono como de meterte donde no te importa, un sutil matiz de cotilleo marujil...
- ¡Jo, maja, es que cómo no me quieres contar nada de lo de ayer... ¡Ya sabes!... Lo de los gays y eso... Pues "como que" me informo de otros temas de interés.
    Con tal de que la plasta de Bea no insistiera en lo de los "gays", Marta prefirió distraerla con más carnaza familiar:
- Mi padre es registrador de la propiedad - dijo, resignada.
- ¿Tu padre registra propiedades? ¿Sin orden judicial?... ¡Eso es allanamiento de morada!
- ¡Qué graciosa!... Me parece a mí que tú has visto demasiadas "pelis", tía... Mi padre trabaja en el Registro de la Propiedad, certifica con su firma los títulos de propiedad de inmuebles y terrenos.
- O sea, que le pagan por firmar autógrafos.
- ¡Y no veas cómo!  David Beckam y Madonna regalan muchos de sus autógrafos, pero para conseguir el de mi padre tienes que pedir un crédito al banco.
-  ¡Qué chollo!
- Su esfuerzo le costó, oye. Por lo que me cuenta, creo que estuvo cinco años encerrado estudiando cuarenta y ocho horas diarias para sacar las oposiciones.
- Desde luego, supongo que hay que empollar mucho para llegar a firmar bien... Y, estooo... ¿Qué te iba a decir yo?...¿Y les viste besarse?
- ¿A mis padres?
- No, tonta ... ¡A Moratalla y Valenzuela!
- ¡Pero qué pesada que eres! ¡Ya te he dicho que no...
- Volviendo a hablar de ruínes en Roma...  - interrumpió Bea señalando al frente - ...por la puerta asoman.
    Tom y Mike se acercaron a las muchachas con una amplia sonrisa. Se dedicaron entre ellos unos guiños de ojos, a modo de complicidad y como recordatorio de que había que guardar el secreto de las piedras.
- ¡No, si lo que yo te digo... - murmuró Bea, quien había malinterpretado los guiños y daba codazos disimulados a Marta - ...eso si amor a primera vista!
- ¡Hola, chicas ¿Qué tal? - saludó Mike - ¿Dispuestas para la clase de música de primera hora?
- Nunca se está dispuesto a cierto tipo de cosas - contestó desabridamente Bea.
    Tom se dirigió a Marta:
- Marta, recuerda que hemos quedado en mi casa a las siete para lo de ciencias. 
- Allí estaré - Marta le dedicó una bonita sonrisa, por lo que Tom estaba encantado de la vida.
    Bea, alarmada, agarró del brazo a su compañera y adelantándose a los chicos, subieron corriendo las escaleras de la puerta principal del colegio. Le habló al oído con sorna no exenta de celos:
- ¿Vas a quedar con esos dos? ¡Estás loca! Lo mismo tu presencia les incomoda... Querrán estar solos ¿No?
- ¡Bueno, vale ya de bromitas tontas! - Rubiales se puso seria y se soltó de la "presa" de su amiga - que sepas que son dos tíos muy majos y enrollados... ¡Y no son gays! Lo que pasa es que estás mosqueada porque no te he contado lo que vimos en la excursión.
- ¿Ah si? - Bea hacía muecas de burla en la mitad del pasillo y todo el mundo la miraba raro - ¿Y qué visteis tú y los "enrollados"?
    El timbre que anunciaba el principio de las clases empezó a sonar justo cuando Tom y Mike alcanzaron a las chicas. Por toda respuesta, Marta dio la espalda a su amiga y entró junto a los muchachos en el aula de música. Bea  se quedó un momento fuera, cambió el gesto de su rostro y su mirada se endureció, fría como un glaciar. Luego susurró para sí:
- ¡Ándate con ojo, Rubiales, tarde o temprano lo descubriré!
    ¿Se refería la sospechosa Bea a lo ocurrido en la Garganta del Diablo? ¿Tal vez pretendía desenmascarar una oscura trama homosexual en el colegio? ¿Era el misterio del nombre de doña Corinne Petipuá lo que carcomía el alma de la curiosa muchacha? ¡Vaya usted a saber!

Familia y Personal de Servicio Doméstico de Marta Rubiales

    Don Remigio Solfa, alias "Dorremí", más conocido entre sus alumnos como el "El notas", es el profesor de música del colegio "Nuestra Señora del Dolor Perpetuo"; un tipo muy raro, al que se le reconoce fácilmente entre todo el personal docente gracias a su alargada cara de cerilla; lleva unas gafillas redondas que nadie sabe como es capaz de sujetar en el extremo de su aguileña nariz sin que resbalen inexorablemente hacia el suelo. Tiene la "azotea" despejada, con más entradas que el estadio Santiago Bernabéu; sin embargo, en la parte de atrás de la cabeza, luce una profusa melena rizada de pelo cano que da la impresión de no haber sido peinada hace milenios. Fuertemente anudada a su venoso y acartonado cogote, suele lucir su inseparable y ridícula pajarita de cuadros. Siempre iba cargado el "Notas" con unas vetustas carpetas azules repletas de partituras arrugadas. Pedante y amanerado en grados difíciles de soportar, es el dicho "Doremi" más estirado que sueldo de obrero a fin de mes. Todo esto, sin embargo, no significaba óbice, cortapisa ni valladar para que el Señor Solfa, además, estuviera considerado como uno de los educadores con más mala uva del colegio. Precisamente hoy, sus alumnos de Segundo B se han encontrado con la desagradable noticia de un examen sorpresa.
    Miguelito "Mike" Moratalla Papote, al igual que el resto de sus compañeros de clase (exceptuando a "Gafoide", claro está) refunfuñaba por lo "bajinis" mientras leía los enunciados e intentaba contestar las preguntas del modo menos desastroso posible.

EXAMEN 2º ESO
NOMBRE: Miguel Moratalla Papote    
GRUPO: 2º  B

PREGUNTAS

1.- ¿Qué es una cámara anecoica?
- ¡Jó, qué dificil!... - pensaba - Anecoica... Cámara anecoica... ¡No sé!... ¿Aquella que permite fotografiar "anecos"?

2.- ¿A qué llamamos sonido?
- ¡Buf!... ¡Y yo qué sé!... Me tiraré un poco el rollo:
Y escribió:
"Llamamos sonido a la cosa que suena, nos suena de algo o es sonada por alguien y que luego se oye."

3.- Pitágoras fué un célebre filósofo, matemático y teórico musical griego. ¿A quién se dice que debió su educación musical?
- ¡Anda ya!... ¡Vaya preguntita!... ¡A Violonchellus Musikandros!... ¡No te digo! - pensó Mike, por pensar algo.

4.- Enumera las dos desgracias físicas más conocidas del célebre músico Beethoven.
- ¡Pero bueno! ¿Esto es un examen de Música o de cotilleos?... ¡Ah, la sé, la sé!... Una, que era más sordo que una tapia y... la otra... mmmmmm... estooo... ¿Le olía el aliento? ¿Las más conocidas? ¿Pero cuántas desgracias físicas padecía este hombre? - y para hacerse el gracioso, escribió seguidamente: "La segunda desgracia física conocida era que meaba a dos caños desde que se tragó un botón"... ¡Total me van a catear de todos modos!

5.- ¿A qué famoso compositor y autor de métodos de solfeo se debe la definición: "Música es el arte de bien combinar los sonidos con el tiempo"?
- ¡Venga ya!... Seguro que ésta es una pregunta trampa. Vamos a poner otra vez al profesor del "Pitagorín" Violonchellus Musikandros.

6.- Describe el proceso físico que se produce para que oigamos un sonido, desde que golpeamos un objeto hasta que escuchamos.

- Primero golpeamos el objeto, luego esperamos, y si no escuchamos el subsiguiente "¡Ay!", volvemos a golpear... Y así hasta que cante.

7.- Existe una cualidad del sonido que podemos asociar a la idea de "color" que nos permite distinguir unos instrumentos de otros o diferenciar unas personas de otras. ¿Cual es?
- ¡Vaya, hombre!... El célebre sonido coloreado distinguidor de instrumentos y personas!... ¡Pasemos a la siguiente!

8.- ¿Cual de estas dos vibraciones corresponde al sonido más grave?



- a. Fijo que la gorda

9.- Una de las composiciones más célebres del oratorio fue el "Mesías". ¿Sabes quién fue su compositor?
- ¡Menos mal, mi padre tiene éste CD... ¡El Jéndel!

10.- Dictado musical:


    Tras el dictado musical, en el que Mike había escrito: "La -La -Ra- La- Ri- Ta, Ba- rro -mi- ca -si ta" en lugar de: "Re menor, Allegro, La séptima, Re menor y Sol menor", el muchacho entregó el examen con la convicción de que solo había contestado correctamente a una pregunta y media: La del "Jéndel" y la de la sordera de Beethoven. Pero aun quedaba la esperanza de que hubiera sonado la flauta en la de la vibración grave. Un 3, como mucho.

Beethoven meaba a dos caños, desde que, de pequeño, se tragara un botón.


    Al final de la mañana, con tres clases teóricas de Lengua, Matemáticas e Inglés, y un examen de música a sus espaldas, Mike se sentía agotado en cuerpo y alma. Permaneció un rato sentado en su pupitre, mientras el resto de los alumnos se agolpaban en la puerta para salir de allí cuanto antes.
- ¡Qué rollo estudiar! - caviló mientras abandonaba el aula y se echaba la mochila a la espalda - ojala mi cerebro tuviera una base de datos gigantesca con las respuestas de todos los exámenes.
    Y de repente, sucedió. Nada más pensar la frase, Mike sufrió un súbito mareo y tuvo que apoyarse en la pared del pasillo. Él no podía verlo, pero a su espalda, la mochila desprendía un siniestro fulgor de color verde.
    El mareo pasó tan rápido como había venido, y de golpe, como por arte de magia, como si algo que siempre estuvo dormido en el interior de su mente se hubiera despertado de súbito, sabía que una cámara anecoica era un recinto en el que no se oye ningún sonido exterior. 
    Y también supo que el sonido es la sensación que produce en nuestro oído la vibración de un cuerpo... Y que los maestros de música de Pitágoras fueron unos sacerdotes egipcios calvos.
    La información seguía surgiendo a borbotones en su materia gris, imposible de controlar, y entre los millones de datos que procesaba casi sin querer, comprobó con alivio que Beethoven meaba por un solo caño y que, además, era miope. Conoció, asimismo, que Hilarión Eslava ideó un método de solfeo que fue utilizado durante más de un siglo. 
    ¿Quién iba a decirle a él, angelito, que un objeto al ser golpeado, vibra, y esa vibración, trasmitida a través de la partículas del aire, altera la presión de nuestra membrana auditiva, y nos hace oír
    Fue consciente de que el timbre no solo sirve para llamar a las puertas, sino que es lo que nos hace diferenciar unos instrumentos de otros cuando interpretan una misma frase musical, o también distinguir la voz de nuestros compañeros sin verlos.
- Jendel se escribe con dos puntitos encima de la "a" - susurró Mike - ¡¡Es Händel!! - gritó Mike - ¡¡Es Händel!! 
- No. Soy yo - dijo Tom, a su espalda - te he llamado dos veces pero estás como "alelao".
    Entusiasmado, el "alelao" agarró por los hombros a su rubio amigo y comenzó a sacudirlo con violencia.
- ¿Te das "cuén", tío.... te das "cuén"?
- ¿D... de... d e qué? - preguntó Tom, asustado, sintiéndose como una aceituna en una cocktelera y con todo el flequillo despeinado cubriéndole los ojos.
- ¡¡Violonchellus Musikandros nunca existió!! - exclamó el panocha con la boca a menos de diez centímetros de la cara de Tom, poniéndole perdido de miasmas.
- ¡Qué le vamos a hacer!... De veras que lo siento, tío.
    Mike soltó a Tom y salió corriendo por el pasillo dando saltos de alegría.
- Por cierto... - Le gritó Tom mientras se alejaba - ¿Qué tal te ha ido en el examen? 
- ¡Mal, tío - Mike se detuvo un instante para mirar a su amigo antes de salir por la puerta hacia la calle - rematadamente mal... Ja, ja, ja, ja, ja!!...
    Tom se quedó sin habla durante unos instantes, preguntándose a sí mismo si no se había equivocado al elegir alguna de sus amistades.
- Esto se veía venir - pensó - ¡Demasiados bocatas de mortadela de aceituna en los recreos!...
    Miró su reloj de pulsera, y al darse cuenta de la hora que era, salió corriendo hacia la pista de baloncesto. Ya llegaba tarde al entrenamiento.

    Nuestro estimado Tomás Valenzuela no habría salido del colegio tan ufano si se hubiera quedado unos segundos más. Hubiera podido ver, tal y como vemos ahora nosotros, como una familiar y ominosa sombra misteriosa se acercaba sinuosa a la puerta de Segundo B. También hubiera sido testigo de un extraño fenómeno: una mancha en la pared, de un intenso brillo fosforescente color esmeralda, iba desapareciendo poco a poco del sitio justo donde Mike se había apoyado cuando sufrió el desvanecimiento.

Continuará