domingo, 14 de junio de 2015

371.- XXIV MARATÓN DE LOS CUENTOS de GUADALAJARA: Una de Bosques, y nosotros, encantados.



Willy Deville y Celtas Cortos (o viceversa) "Cuéntame un cuento"



Nos contaba en su precioso rincón literario mi admirada Carmen lo que trae el aire que sopla por Guadalajara en estos días: olor de tormentas y palabras sueltas de historias que empiezan y terminan en el corazón del bosque. Historias que serán contadas bajo el sol o las estrellas, al amparo de un palacio encantado. Sus puertas, custodiadas por dos gigantes, se abrirán muy pronto para que las palabras encuentren su voz. Y la voz, un oído generoso y atento.

Tan bellas palabras presentan maravillosamente esta nueva edición del Maratón de Cuentos. Veinticuatro ya, ¡Cómo pasa el tiempo, coñe!


Una menuda cuenta cuentos pone los bellos como escarpias al personal con un cuento de bosques y brujas. ¡Buuu!


Este empacho de cuentos nos viene demasiado cercano en el tiempo con la reciente campaña electoral, por lo que la saturación de ficción ya es límite. Como yo no soy muy de asistir a eventos y mucho menos de orar en público, dejo aquí mi pequeña aportación a tan loable iniciativa. Unos cuantos mini-cuentos, algunos sobre bosques y otros no, que espero sean del agrado del respetable.




Al pie de la letra

    Erase una vez que se era, un entusiasta y lerdo tontolhaba que decidió participar en el Maratón de Cuentos de la muy insigne y muy leal villa de Guadalajara.
    Así fue como Torralbo Balicón (que tal se llamaba el cuenta-cuentos tartaja y asmático del que os hablo) equipado tan solo con un chándal de mercadillo y un megáfono, recorrió los 42 kilómetros y 195 metros vociferando cuento tras cuento a los atónitos viandantes que le observaban desde las aceras y ventanas.

    Con un tiempo de 8 horas, 30 minutos y 50 segundos, y una marca de 37 cuentos (el de Caperucita repetido 3 veces) Torralbo ingresó en el Hospital Universitario con un cuadro agudo de afonía parda, deshidratación aguda, un cuadro enorme con marco anchísimo titulado “La caza del ciervo con jauría” que le había regalado en el kilómero 35,500 una vecina de Bejanque, y un fallo garrafal cardíaco de miocardio.

    Luego llegó una liebre, que se había quedado dormida, pero ya era tarde.

© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2015



El bosque asesino

   El bosque siempre había estado allí, al lado del pueblo que regenta el alcalde Butcher, el de la cementera. El bosque no sabe del bien ni del mal, ni de la extraña lluvia que lo enferma. Ni de la rama desprendida que mató al pequeño de los Williamson. Por la seguridad y el bien del pueblo todo el bosque debe ser talado, dijo la autoridad municipal. Cuando los vecinos llegaron con las semillas para repoblar el bosque, la zona ya estaba recalificada, y toneladas de cemento simulaban un parque alrededor del impresionante centro comercial que habría de impulsar la economía de la comarca.

© Rafael Martínez SaineroPirata 2015


Ilustración (preciosa, por cierto) de Alexander Jannson.

El espíritu del bosque

    Caperucita se echó hacia atrás la roja capucha de la sudadera.
- No hay quien pare por aquí, chicos - dijo - Ya no hay ni lobos
- ¡Qué me vas a contar! - replicó Pulgarcito - mi reguero de piedrecitas pateado por pederastas...
- Pedestristas...
- Eso, senderistas.

    Hansel y Gretel aparecieron entonces con 12 japoneses y se tiraron todos de cabeza al último níscalo que quedaba en la base del viejo roble.
    Rapunzel, con un nuevo look de pelo al dos, comentó asqueada:
- Estos dos han convertido la casa de caramelo en un albergue rural y tienen a la bruja haciendo paellas de noche y de día.

    Los personajes se alejaron del bosque siguiendo los miles de carteles que lo señalizaban. No volverían más... A no ser que el espíritu del bosque consiguiera inculcar en los humanos la necesidad de la Fantasía.

© Rafael Martínez SaineroPirata 2015

Los cuentos ya no son lo que eran... Los bosques, tampoco.


El Aizkolari

   Guadalajara, Castilla, es famosa por sus jornadas populares dedicadas a los cuentos. El maratón (de cuentos) que se celebra cada año en la capital alcarreña, reúne a los mejores cuenta-cuentos de la comarca y alrededores. Uno de los más afamados cuentistas de la localidad es el Señor Karnizero, alias “El Aizkolari”.

    Con un nutrido grupo del PPP (palmarios palmeros pelotaris) a su espalda, aplaudiendo y asintiendo todos ellos, el señor Karnizero púsose delante de las cámaras de la Televisión Pública, y nos contó uno de sus cuentos preferidos:

    Érase una vez que se era, un flautista malvado que se llamaba Meléndikus. Este siniestro intérprete pop tenía una flauta mágica de la que surgían ponzoñosas melodías que hacían enfermar a los árboles. El pérfido y desleal  grupo político opositor al honorable equipo de Gobierno del Ay untamiento de Villalocalidad había pagado al flautista para que matara a los árboles con su maldita música, por lo que los buenos gobernadores del pueblo, cada vez que tenían que acometer una obra pública, se veían obligados a talar los árboles en 500 metros a la redonda. 

    Una guapa princesa, que además de infanta real era arquitecta y técnica cualificada de medio ambiente, certificó la enfermedad de los vegetales, y para preservar la seguridad de sus estimados ciudadanos (no fuera a ser que se les cayera alguna rama encima) los buenos concejales aplicaron el hacha sin que les temblara el pulso, para "poner en valor" las ingentes masas de cemento que a modo de solárium, fomentan la vida sana y el buen color de la vecindad.

¡Yo, queridos ciudadanos y ciudadanas… - arengó el apuesto concejal de obras - …soy el mayor defensor del medio ambiente, ya lo sabéis!... Pero esto era necesario. Ahora, el flautista Meléndikus, que ha tenido a bien convertirse en tránsfuga, y que, arrepentido sobremanera de sus execrables actos del pasado, ha desertado  de las hordas del mal, os interpretará un bonito tema mientras recogéis los trozos de leña y los depositáis en ese camión donde reza: “MADERAS KARNIZERO e HIJOS”… y así colaboráis con el medio ambiente, reciclando y eso…

    La chusma, convertida en populacho, lloró lágrimas desordenadas de felicidad, y todos los habitantes de Villalocalidad vivieron más o menos felices y comieron perdices.

© Rafael Martínez SaineroPirata 2015



El mismo trágico final

    A las puertas del Palacio del Infantado, donde se celebraba en quincuagésimoenésimo Festival Maratoniano del Cuento de Guadalajara, se convocó una manifestación de perdices indignadas. Reivindicaban las pobres aves, y con más razón que santas, que para ser felices no es necesario comer perdices a trochimoche.
    Cochinillos asados, ensaladas o patés de oca, también podían servir.

© Rafael Martínez Sainero, Pirata 2015



Paco Ibáñez / José Agustín Goytisolo "Erase una vez"

Erase una vez…

    Lentejito no entendía por qué todo el mundo le aconsejaba comprarse un bosque para perderse en él. ¡Qué cruel y egoísta es la gente! Sin embargo, harto de sus congéneres, hizo caso a las recomendaciones. 
    Ahora no desea encontrar la salida. Es un pirata honrado, vive feliz con una bruja hermosa, y juegan con su mascota: un lobito bueno al que hace ya tiempo los estúpidos corderos dejaron de maltratar.

© Rafael Martínez SaineroPirata 2015

lunes, 8 de junio de 2015

370.- EL JURAMENTO SAGRADO



Ven, Capitán Trueno, haz que gane el bueno.
Ven, Capitán Trueno, que el mundo está al revés.”
De la canción “Capitán Trueno” del grupo Asfalto.


Vinieron los sarracenos
Y nos molieron a palos
Y es que Dios premia a los malos
Cuando son más que los buenos.”
Abraham Ruiz JiménezEn torno a la identidad de Cehegín




El Juramento Sagrado


    Nos encontramos en el tiempo del reino de los Reyes Católicos. El conde de Roca, dando un paseo por las tierras de su vecino, el conde de Torres, se encuentra a su paso a la hija de éste.
- Buenos días señora… ¿Cómo seguís? ¿Y vuestro padre y señor?
- Bien, señor conde… ¿Y vos?
- Como siempre, querida niña: abatido y sin fuerzas.
Señor conde, me prometisteis contarme algún día vuestra desdichada vida… ¿Por qué no lo hacéis ahora?
- Si, lo haré. No dudo que vos sabréis guardar secretas mis revelaciones: Hace veinte años, Ali-Kan, un jefezuelo árabe, en unas de sus audaces correrías logró capturar a mi esposa, con la cual me había casado dos meses antes, y la llevó a sus tierras, encerrándola en su palacio.
- ¡Jamás volverás con ese conde! – exclamaba el cruel Ali-Kan mientras la condesa lloraba desconsolada.
    Yo, desesperado, reuní a mis vasallos – continuó el conde de Roca – y pugné por alcanzar sus dominios. Pero no lo conseguí nunca. El enemigo era más fuerte y no tuve más remedio que darla por perdida – Roca parecía a punto de derrumbarse y se echó las manos a la cara - ¡No! ¡Nunca podré mitigar el dolor que su pérdida me produce! Pasaron los años y hace unos meses me anunciaron la visita de un joven.
- Un joven alto y fornido dice querer visitar al señor conde – dijo el lacayo – dice querer daros noticias de vuestra esposa.
- ¿Qué decís? ¡Que pase!
    Una vez estuvo el moreno mozo en presencia del conde, éste le apremió:
- Decid… ¿Qué queréis? ¡Hablad, hablad, presto!
- Malas noticias os traigo, señor – dijo el desconocido – vuestra esposa ha muerto.
- ¡Dios mío! Así tenía que ser… ¡Pobre esposa mía! Mi dolor no tiene límites, pero… ¿Quién sois vos?
- Soy vuestro hijo.
- ¿Qué? ¿Mi hijo? ¿Ignoráis que yo no tengo hijos? ¿Qué queréis decir?
- Os explicaré… Soy vuestro verdadero hijo, puesto que lo soy de vuestra esposa. Serenaos y escuchad.
    Y el joven aquel que decía ser hijo del noble castellano le contó lo siguiente:
- Mi madre fue raptada estando ya embarazada de vos, ocho meses después nacía un niño, que soy yo.
- ¡Proseguid!
- Así lo haré, señor: Aunque la tez del bebé no era lo suficientemente aceitunada para su gusto, Ali-Kan consideró al niño suyo, y vuestra esposa, en atención al mejor trato que recibiría su hijo, alentó el engaño. Cuando cumplí dieciocho años tomé parte en mi primera batalla contra los caballeros de la Cruz y me distinguí como gran guerrero. Siempre regresaba después de realizar gestas que llenaban de orgullo a mi supuesto padre, pero que entristecían a mi madre, a la cual quería mucho.
- Os apena que combata contra cristianos porque vos lo sois ¿Verdad, madre? 
    Hasta que un día ella me reveló el secreto:
- ¡No eres hijo de Alí! ¡Y él no lo sabe! – me dijo – huye al campo cristiano y busca a tu padre, si vive aun, y lucha al lado de la Cruz… Toma, entrégale este anillo que le probará que dices la verdad,
- ¡Pero no os puedo dejar aquí, madre! Y además, debo pedir cuentas a ese…
- ¿A ese… qué? – En aquel momento apareció Alí, que había escuchado la conversación - ¡Ah, infames, ahora comprendo la verdad!
- ¡Malvado! ¡Capturaste a mi madre, clamo justicia contra ti!
    Alí-Kan echó mano a su alfanje.
- ¡Me pagaréis vuestro engaño!el sarraceno atacó con rapidez, pero ella se interpuso y no pude evitar que recibiera el golpe que iba dirigido a mí.
- ¡Pero… ¿Qué has hecho? – grité. Intercambiamos varias estocadas fallidas, pero no pudo conmigo… Le desarmé y le dejé herido en el suelo. Inmediatamente me dirigí a mi madre, que yacía sobre un horrendo charco de sangre. La tomé entre mis brazos, pero ya era demasiado tarde:
- ¡Madre! ¡Madre mía!
- Hijo mío, me muero… corred al lado de vuestro padre.
    La guardia mora de Ali-Kan había acudido al ruido de los gritos y al entrechocar de las espadas; derribaron la puerta de la estancia y entraron en tropel. Tras un breve instante de estupor al ver el cadáver de la favorita en el suelo y a su caudillo malherido, se lanzaron a por mí, pero salté por la ventana, me hice con una montura rápida y resistente, y escapé a galope.
- ¡Tendréis noticias mías, perros! – les grité mientras cabalgaba sin tregua hasta llegarme a vuestro castillo – y ahora aquí me tenéis, padre mío. Eso es todo.
- ¡Dios santo! – Exclamó el conde de Roca - ¡Cuan terrible es mi angustia! ¿Y quién me dice que es cierto todo lo que me habéis contado? ¡No puedo creeros!
    El joven asintió, resignado:
- ¡Tenéis razón! Es solo la palabra de un desconocido para vos, pero os digo que es verdad y lo demostraré… Ahora mismo voy a luchar contra ellos ¡Mi madre lo quiso así! ¡Juro por lo más sagrado que volveré con pruebas, si logro obtenerlas, si no, jamás lo haré!
    El conde de Roca terminó su historia:
- Y el joven aquel partió como un centauro. Nunca más le volví a ver… Desde entonces no sé nada de él, pero ahora creo que me dijo la verdad.
    La condesita de Torres sintió piedad por el viejo noble:
- Comprendo vuestro estado de ánimo, señor conde, ahora creéis que en verdad es vuestro hijo. No penéis, el joven volverá.
- El anillo que me dio era de ella, pero aun así, dudé. Partió a luchar contra el moro y ahora la muerte le acechará… siempre. ¿En verdad pensáis que volverá?
    La bella muchacha tomó en las suyas las manos del viejo conde y sonrió:
- Volverá, así me lo dice el corazón.

    Mientras tanto, un jinete enmascarado cabalga veloz por el monte, en pleno territorio sarraceno. Sobre su cota de mallas, un jubón rojo bordado con la cruz, símbolo de su fe. Sobre su espalda, la negra y amplia capa que ondea al viento, y en su rostro, el antifaz que había jurado llevar hasta vencer a los enemigos de la Cristiandad y desfacer los entuertos que mancillaban el linaje de su estirpe.


    Mari cerró el cuadernillo de historietas y lo depositó con cariño en el interior de una caja de cartón, junto con otros tebeos del mismo formato. Acababa de releer por enésima vez lo que con el tiempo hubiera podido ser una pieza de coleccionista, todo un tesoro: Un ejemplar de primera edición del número uno de “El Guerrero del Antifaz”, obra de Manuel Gago, quien la guionizó y dibujó cuando tan solo contaba dieciséis años.
   Mari, al igual que la condesita de Torres, sabía que el Guerrero regresaría al condado de Roca. No porque se lo dijera el corazón, sino porque lo había leído una y otra vez. Tenía un buen montón de tebeos de “El Guerrero” escondidos, a buen recaudo de su madre. Allí estaban “Buscando a Zoraida”, “En el palacio del Emir”, “El Guerrero del Antifaz contra el Turco feroz”, “En la guarida del Lobo”… También los tenía de otras colecciones, como “Flecha Negra” o “Roberto Alcázar y Pedrín”. Pero sus preferidos eran los del Guerrero. Igualmente apreciaba mucho esa colección de láminas educativas que tanto le costó reunir y que guardaba junto a sus cómics predilectos… ¡Todo un tesoro, sí señor!




    Los que no le gustaban tanto eran los tebeos que se hacían para chicas; “Florita” y “Azucena” eran los más populares, y no dejaban de ser una sucesión de blanditos y bucólicos relatos románticos. Mari tenía una maravillosa palabra para describirlos: “Cursis”, y en el fondo se sentía orgullosa de no ser cursi ella también. Algo bueno tenía que tener ser un poco “marimacho”.  Si hubiera nacido chico sería fuerte, como El Guerrero del Antifaz, y podría hacerle frente a su iracunda madre. ¡Aunque vete tú a saber! 



    Doña María Pasero era un enemigo duro de roer… ¡Ya le gustaría ver al Guerrero enfrentándose a su madre! ¡Aquella que había convertido al bravo teniente Sainero, el héroe de Brunete, en un pelele balbuciente escondido tras unas fichas de dominó y un vaso de tintorro; y cuyos únicos actos de osadía se limitaban ya a poner un dos en la quiniela al Real Madrid cuando jugaba en casa. ¿Ali-Kan? ¿El Turco feroz? ¡Já! ¡Unas nenazas con trencitas al lado de de doña María Pasero!... Y de repente, la jovencita se vio a sí misma como la protagonista de su propia saga de tebeos: “La Mari del Antifaz”, “La Fortaleza del maligno conde de Eleta”, “Buscando a Kati”, “Contra Pasero-Kan, la madre feroz”, “En la guarida de la loba” y títulos parecidos.


    De repente, escuchó un ruido a su espalda. Sus súper-sensibles oídos, entrenados en mil palizas, le avisaron que algo se movía tras ella. Esquivó la zapatilla por un milímetro. Allí estaba doña María, escoba en ristre.
- ¡¡Canalla, pagarás lo que has hecho!! – gritaba la pérfida Pasero-Kan desde el rellano, mientras arrojaba gran parte del menaje de cocina a su enemiga. La malvada cojeaba ostensiblemente, merced a que caminaba con una única zapatilla, lo que Mari aprovechó para saltar ágilmente el último tramo de escaleras de la casa. Consiguió atravesar el zaguán y cruzar el portón del castillo antes de que el puente levadizo se alzara del todo; se alejó corriendo con su cofre de tebeos bajo el brazo; esta vez había conseguido salvarlos por poco, pero era consciente de que, tarde o temprano, Kan daría con ellos y los destruiría, como intentaba siempre destruir todo aquello que pudiera hacer feliz a su hija…
- ¡Te voy a enseñar yo a holgazanear! – Se oía en la distancia su amenazante graznido nasal - ¡Ya verás tú cuando vuelvas! ¡Te voy a deslomar!
    Pero por hoy, a Dios gracias, la caja mágica de Mari estaba a salvo; todavía la podía abrir y olvidarse durante unas horas de la cruda realidad, aun podía dejarse llevar por la magia de la lectura y sentir el arrebato de navegar por viñetas pletóricas de valentía, acero y promesas de amor. Aun podía regresar a la España de los Reyes Católicos y soñar con un joven enmascarado, moreno, alto y fornido, embutido en una fina pero poderosa cota de mallas, y que cabalga a “Centella” por los estrechos pasos del desfiladero de Despeñaperros.

Rafael Martínez Sainero, Pirata 2015
Del libro de Memorias "Una Rosa en Cinco Rosas" Carabanchel, 1955